sábado, 14 de abril de 2012

Guía para cazadores provectos

Por el profesor Mijail Albanesky (Universidad de San Quesosburgo).

Amigos de la naturaleza, de los animales y de cómo caen al suelo en cuanto se les pega un tiro:
llegan de vez en cuando a mi despacho misivas en las que se me solicita consulta sobre la idoneidad del deporte cinegético para aquellos individuos que consideran estar siendo piropeados cuando se les califica como cincuentones.
Como autoridad en la materia que soy, he de decir que la caza es una actividad no sólo adecuada, sino francamente recomendable para los mayorzotes. Sus beneficios son numerosos: caminar al aire libre, en plena naturaleza, respirando aire puro, es estupendo para pulmones, piernas y circulación; se agudiza el oído (al estar siempre atentos a los ruidos de los bichos), la vista (al afinar la puntería) y el pulso (al empuñar con firmeza la escopeta).
Pero no conviene lanzarse a pegar tiros así como así. Es preciso tener en cuenta una serie de consejos que, de manera altruista, procedo a reseñar.

Dedicarse a la caza con asiduidad requiere disponer de mucho tiempo libre y una situación económica desahogada. Por ello es muy recomendable ser un jubilado con mucha pasta, un ricachón ocioso o, mucho mejor, un alto cargo que disfrute de enormes ingresos procedentes de las cuentas públicas.

Cazar en su propio país le parecerá apetecible, porque es lo que tiene más a mano. Pero no se limite a eso y considere que tal vez provoque la envidia de sus convecinos. Aproveche que usted puede y viaje de cuando en cuando a los grandes territorios cinegéticos de otros continentes. Atrévase a practicar la caza mayor en África, pero recuerde que en muchos países necesitará pasaporte y en Guinea visau.

Hágase acompañar siempre por un buen séquito de incondicionales, siervos y pelotas. Además de ayudarle a mejorar su autoestima, se ahorrará un montón de tareas de lo más cansadas que podrá encargarles a ellos.

Por supuesto, absténgase de jugar con las armas o de alardear de su habilidad en el manejo de las mismas. La historia está repleta de monarcas, infantes, ministros, aristócratas y mandatarios cojos, mancos, tuertos o medio tontos; en algunos casos por accidentes de caza.

En cuanto a las especies a abatir, no se ponga límites; eso va en gustos. Desde una perdiz a un rinoceronte, de un rebeco a una pantera, todo puede convertirse en su trofeo. Faisanes, becadas, torcaces; si le atraen las aves, cácelas al vuelo. Leopardos, pumas, leones; si le excitan los felinos, apriete el gatillo. Corzos, gamos, ciervos; si le ponen los cuernos, llévelos con dignidad.

Si se atreve con los elefantes, tenga especial precaución, tanto durante la caza como después, con las trompas; a estas edades, son muy traicioneras.

Y no se fíe de las piezas aparentemente inofensivas. Me refiero, por ejemplo, a una disciplina que resulta muy tentadora: la caza del conejo salvaje. Cuidadín, amigo vejestorio. Esta práctica entraña cuantiosos riesgos para su salud y provoca, con inusitada frecuencia, lesiones cardiacas, pélvicas y de cadera.

Pero no se arredre; siga estos consejos y podrá usted pasarlo divinamente atizando escopetazos a todo lo que se menee a su alrededor, hasta llegar a convertirse en un verdadero campeón matando animales; el auténtico rey de la caza.

4 comentarios:

  1. Profesor Albanesky, leyendo su relato sobre el arte cinegético me pregunto si todas las circunstancias que lo acompañan podrían aplicarse a la pesca con o sin mosca, de bajura o de altura. Una pregunta inocente para quien quiere abrirse a nuevos entretenimientos.
    Me encanta la foto.

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  2. Sí, Isabel, ése que propones es un tema sin duda interesante. Podríamos hablar sobre besugos que cogen merluzas... Pero, por ahora, ciñámonos a la caza. Me gusta que te guste lo que te gusta.

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  3. Me ha gustado profesor Mijail Albanesky...

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  4. Amigo Mijail, se ha dejado usted una de las disciplinas de caza más importantes, la que posiblemente tenga mayor éxito, se trata de la caza con lengua, que tiene dos períodos diferenciados:

    En el primero, la lengua debe servir para reflejar adecuadamente las palatales fricativas, pasando luego a las aproximantes para acercarse a comerle la oreja de la manera más eficiente.

    En el segundo, la lengua debe ser (en la medida de su medida y de su flexibilidad) el mecanismo para conseguir su paroxismo, a tal efecto debe ser capaz de una correcta vibración y movimiento que deje a la pieza cazada en disposición de efectuar un quid pro quo (objetivo básico de la partida de caza).

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