domingo, 28 de octubre de 2012

Cachonde... arte

Hace algún tiempo me tocó entrevistar a un humilde jubilado que, después de no haberse interesado en toda su vida por nada parecido a la cultura, ocupaba la mayor parte del tiempo libre que le regalaba su retiro para pintar. Y no me refiero a pintar las paredes de su casa sino a pintar cuadros. Lo que él consideraba "obras de arte".

Y a fuerza de darle al pincel (y de dar la murga a base de bien), consiguió que le permitieran exponer su primera colección de pinturas en el aula de cultura de su pueblo. Lo cual, a juicio de un editor de informativos, era noticia para la televisión. Cada uno tiene sus gustos.

Aunque el del artista en cuestión (el gusto) era cuando menos discutible. Lo mejor que podía decirse de los cuadros que exhibía muy orgulloso es que olían a pintura. Pero no en plan metafórico, no. Es que el paisano había administrado tal cantidad de pintura encima de cada lienzo que el aroma a óleo se percibía desde la calle. Pero si se hubiera limitado a volcar el contenido de las latas de pintura sobre los lienzos, el aroma habría sido igual de intenso y los cuadros no habrían sido tan feos.

El caso es que pregunté al buen hombre cómo le había entrado aquella repentina afición por la pintura. Y me contó que le surgió durante un viaje del Imserso a Madrid.

-Nos llevaron al Museo del Prado y nos enseñaron un cuadro que decían que era de los mejores de toda la pintura española: Las Moninas. Y yo lo estuve mirando un rato y me dije para mí: esto hay que mejorarlo.

Supongo que esas mismas cuatro palabras fueron las que guiaron las manos de la "restauradora" del eccehomo de Borja, de la que tanto se ha hablado y se sigue hablando. Claro que esta feligresa, en lugar de pergeñar su propia versión del eccehomo de marras, no tuvo mejor ocurrencia que ponerse a "mejorar" el original.

Conste que la iniciativa de esta señora me parece un disparate, pero el caso es que la dimensión que ha alcanzado el asunto merced al inconmensurable poder difusor de internet y los medios de comunicación, me ha hecho pensar que ella tiene razón al reclamar sus "derechos de autor" sobre la nueva obra.

Dejando aparte el valor del eccehomo original, queda claro que lo que ha saltado a la fama en todo el mundo es lo que pintó la buena mujer. Y eso es lo que ha servido para hacer camisetas, disfraces y parodias en revistas y programas de radio y televisión. Sin que ella vea un duro de todo eso.

Vale que su obra es un engendro. Pero es su engendro. Y si alguien se pone a hacer camisetas con la mascota de las Olimpiadas de Barcelona, tendrá que pagar derechos de autor a Mariscal por utilizar su engendro canino llamado Cobi. Por cierto; he tenido la deferencia de no utilizar ni a Cobi ni al eccehomo de Borja para ilustrar esta entrada, sino cuadros del Museo de Bellas Artes de Valencia sobre los que yo también he "intervenido". Bueno, no sobre los cuadros, que yo no soy tan cafre,  sino sobre las fotos de los cuadros.

Lo que me lleva a otro aspecto interesante de la cuestión, que es la discusión sobre si la obra es realmente suya dado que parte de la pintura de otro. Pero es que si ese otro levantara la cabeza y viera lo que la ciudadana ha hecho con su eccehomo, lo siguiente que levantaría sería un garrote para atizarle con él a la ciudadana. En todo caso, lo que ha servido para mofa, cachondeo y también para que algunos espabilados obtengan ganancias, no ha sido el original sino el engendro.

De todas formas, este asunto de si una obra de arte "intervenida" pertenece al autor primitivo o al interventor, merece algo más que una simple entrada en un blog. En ello estoy...