Además, era la primera vez que accedía a ser entrevistado el misterioso y huraño Vidente del Bosque. El hombre que predijo que el licor de alcachofa no desbancaría al pacharán, que la segunda parte de "Grease" sería peor que la primera, que Ricky Martin era gay, que Las Ketchup no triunfarían en Eurovisión y que el final de "Perdidos" iba a dejar a más de uno con cara de pasmo.
Su asistente me condujo hasta el salón de la casa. Allí estaba él. Sentado en la penumbra, detrás de una pequeña mesa camilla, enfrascado en su trabajo. Sobre la mesa, su misteriosa bola de cristal y las cartas desplegadas.
-Cada vez me escriben menos, ¿sabe? -me dijo- Ahora las consultas me las hacen por internet.
Me presenté y hablamos de asuntos sin importancia hasta que me atreví a lanzarle la pregunta que me había traído hasta allí:
-¿Puede usted contarme algo acerca del futuro?
-No pide usted nada, pipiolo.
-Hombre, digo yo que, siendo usted vidente, lo raro es que le preguntara por el pasado.
-Es evidente.
-Ah, perdón; creía que se decía vidente.
-No, si lo que le digo es que es evidente que me iba usted a preguntar por el futuro. En fin, vamos a ver lo que cuenta la bola -y echó mano a su bola de cristal.
Acercó su rostro a la esfera translúcida, frunció el ceño, guiñó un poco los ojos y al cabo de medio minuto relajó el semblante con una dulce sonrisa y anunció:
-Ya lo veo... ya lo veo... La selección española de fútbol ganará el Mundial.
-¿El de Brasil también? ¡Madre mía, qué fenómenos!
-No, no... de Brasil no aparece nada... yo diría que se trata de un país de África.
-Reinicie la bola, alma de cántaro, que eso sucedió en 2010.
-¿En serio?
-Como lo oye. Y dos años después ganaron la Eurocopa.
-Anda, coño. Pues entonces va a ser que el chisme este se ha quedado frío por la falta de uso. Voy a aplicarle el ritual de desplazamiento místico en el espacio-tiempo con trayectoria biunívoca.
Sujetó la bola con las dos manos, la levantó un palmo y la agitó como si fuera un bote de ketchup. Hecho lo cual, volvió a depositarla sobre la mesa y se concentró de nuevo mirándola de muy cerca con cara de tener un pedo atravesado en el intestino.
-¡Atiza! -exclamó de pronto- ¡Esto... esto... esto es muy fuerte!
-¿No me diga que España va a ganar el Mundial de fútbol de Brasil? -le largué con una pizca de recochineo.
-Ojalá fuera eso -respondió con la cara más blanca que la propia bola-. Es... es... ¡Es el fin del mundo!
-¡¿Qué dice, cojones?!
-Pero, mire, joven, no andaba usted muy desencaminado, porque veo algo relacionado con un mundial.
-¿Y qué tiene que ver el fútbol con el fin del mundo? ¿No será que se le ha ido la mano agitando la bola y se le han mezclado todos los temas?
-Ah, no, espere... no es un mundial, no... es una, una guerra mundial. Y bien gorda por lo visto, porque no va a quedar ni quien lo cuente.
-¡Qué horror! ¿Pero eso cómo va a ser?
-Pues a lo bestia, como de costumbre. Por lo que alcanzo a vislumbrar, habrá dos bandos: por un lado, Estados Unidos y los países occidentales; por el otro, una especie de frente islámico formado por Irán, Irak, Pakistán, Argelia, Siria, Túnez, Egipto...
-Eh, eh , eh. ¿Túnez, Egipto? Pero esos son los países de la primavera árabe. Donde el pueblo salió a la calle para pedir democracia.
-¿Democracia? Que yo recuerde, lo que más gritaban en aquellas manifestaciones era "Alá es grande". Pero vamos, que por lo que muestra la bola, se aliarán casi todos los países de la zona, salvo Israel, naturalmente.
-Pero eso no me cuadra, porque precisamente los países occidentales apoyaron las revueltas en esos países.
-No sea ingenuo, pimpollo. Al Dinero le encanta una buena guerra de vez en cuando. Sobre todo después de una hermosa crisis. A los que no creo que les guste es a los israelíes, porque los primeros bombazos les caerán a ellos.
-Caray, los judíos siempre se llevan la peor parte.
-Y tanto. Esta vez harán de cebo; los americanos y la OTAN no reaccionarán tras el primer ataque. Lo malo es que Israel sí va a reaccionar y de qué manera. Con armas nucleares. A partir de ahí se ve que la cosa ya será imparable.
-¡Qué espanto, madre mía! ¿Y cuándo sucederá eso?
Se hizo un silencio sobrecogedor. Vidente del Bosque y yo nos miramos con resignación durante más de dos minutos sin decir nada. Cuando se deshizo el nudo en mi garganta rompí el silencio con una pregunta:
-¿Podría usted ver en su bola el número del Gordo de la lotería de Navidad?
-Pues igual sí podría, pollo -me contestó con una sonrisa sibilina-, ¿pero usted cree que íbamos a tener tiempo para gastarnos el dinero del premio?